Tan solo 12 habitaciones/cabañas conforman este lodge (alojamiento) situado en una isla privada en el medio del Delta del Okavango
Llegamos en avioneta desde el parque nacional de Chobe, a unos 200 kilómetros al norte del país, donde habiamos pasado tres fantásticos días de safari. El listón estaba muy alto.
Nos recibió, como es costumbre en este tipo de hospedajes, una comitiva formada por casi todo el personal y encabezada por el manager.
Nuestro aposento, con una situación privilegiada, nos permitiría sentirnos totalmente integrados en un maravilloso paisaje frente a una laguna del delta y la sabana africana. Con un amplio espacio y una decoración ad hoc resultaba realmente acogedor.
Teníamos una magnífica terraza con una mini piscina, usada por las noches (como nos ocurrió en Chobe) como abrevadero por los elefantes. En ese país, se dice que es más sencillo encontrarse con un elefante que con un botsuano… podemos dar fe de ello!
Las excelentes instalaciones se ven incluso superadas por su ubicación. Literalmente delante de la laguna, los animales que se acercaban a beber pasaban a escasos metros de donde nos encontrábamos. Ver desde la terraza a una familia de kudús (especie de antílope africano), mientras una pareja de pelícanos se refrescaban a escasos metros, es sencillamente difícil de mejorar.
Dejamos nuestra cabaña y nos fuimos directamente a la laguna, donde nos esperaban con una canoa y desde la que pudimos disfrutar de uno de los anocheceres mas alucinantes de nuestra vida.
En Africa, en los safaris, se vive con el sol. El objetivo de poder ver animales, está absolutamente condicionado por el astro rey, el que marca sus actividades de caza, comida, descanso, etc. a lo largo del día y por lo tanto nuestros horarios. Así que la cena fue temprana y caer rendidos en la cama, inmediato. Las 4 de la mañana, hora de levantarse para afrontar el día con la fuerza administrada por un suculento desayuno, nos parecia ya, a esas alturas del viaje, algo normal.
Al elegir un hotel, no se tiene en cuenta, exclusivamente, la calidad del alojamiento y sus instalaciones que, siendo importantes, no son definitivas en la elección. En el precio de la habitación, se incluye la estancia en el hotel, todas las comidas y bebidas incluidas las hechas en pequeños campamentos improvisados durante la realización de los safaris y, quizás lo más importante, los propios safaris. La calidad del vehículo, la destreza y habilidades de rastreo del guía/conductor que te acompaña y los permisos que tenga en determinadas reservas y parques nacionales son claves, junto con un poco de fortuna (y con Ana para descubrir, camuflado en las ramas de un árbol, a un leopardo que llevábamos horas buscando!), son determinantes para poder llegar a ver los big five, los cinco grandes (el elefante, el león, el rinoceronte, el búfalo y el leopardo), cosa difícil y que nosotros hicimos, con la sorpresa y regocijo de nuestro guía.
El Lodge también nos facilitó una experiencia que no se debe dejar de realizar: sobrevolar en helicóptero el delta. Impresiona verlo desde el aire, las manadas de los distintos animales en sus territorios de seguridad, las múltiples ramificaciones del delta… merece, y mucho, la pena.
Además, en este hotel está el considerado por el New York Times como el bar más romántico del mundo, donde tomamos una copa previa a la cena de celebración de mi cumpleaños, probablemente, la más especial que habíamos hecho nunca.
Desafortunadamente, aún no tienen la máquina para parar el tiempo (o al menos para ralentizarlo), por lo que los días en el Eagle Island Lodge pasaron rápidamente y tuvimos que seguir nuestro viaje. Sudáfrica nos esperaba!