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Restaurante Noor. Córdoba.

Hacía muchos años que no veíamos a Paco Morales y que no disfrutábamos de su cocina. La última vez, había sido en el hotel Ferrero donde pasó unos años que, sin duda, han servido para consolidar su propuesta, teniendo muy claro lo que quiere expresar con su cocina y con una puesta en escena singular.

Tenemos que reconocer nuestra debilidad por Paco, personal y profesionalmente. Es un tipo entrañable que desde muy joven (si no recordamos mal, tenía 27 años y montañas de sueños cuando le conocimos) tuvo muy claro su camino, por el que transita con paso firme fogones en ristre. Y su objetivo? Seguir creciendo y descubriendo, ni más ni menos!

Así pues, aprovechando nuestra nueva residencia en Málaga, algo desconocido en el norte que aquí llaman AVE que acerca Córdoba a 50 minutos escasos y el cumpleaños de Ana, nos fuimos a Noor.
Reservamos para cenar, pero decidimos viajar a primera hora de la mañana para recordar una Córdoba no visitada desde hacía mucho tiempo (Ana y yo, no habíamos ido juntos y hace mas de 21 años que compartimos nuestras vidas). Pese al frío, fue una delicia volver a la Mezquita, perdernos por la judería y visitar el Palacio de Viana, con todo tipo de jardines en su interior y que en primavera debe aturdir por su belleza, y también tuvimos la oportunidad de comer en la nueva propuesta de Paco, nacida en otoño de 2019 bajo el nombre de Nanita y que reabrió sus puertas en junio del pasado año como El Bar de Paco Morales, con una oferta informal de su cocina y que, por sí solo, merece una visita. Nos quedamos con las ganas de probar muchas cosas, pero la prudencia imperó (nos estaremos haciendo mayores?) ante la cena que nos esperaba, temprano, debido al toque de queda. Sin duda, volveremos. En nuestra memoria queda, por ejemplo, un delicioso bocatín de calamares.

Nos hospedamos esa noche en el hotel Hospes Palacio del Bailío, más que recomendable.

Pero vayamos al asunto que nos ocupa… A la europea hora de cenar de las ocho de la tarde, nos dirigimos al biestrellado Noor. No está céntrico en absoluto. El local por fuera es sobrio, asemejándose a una pequeña nave. Al entrar, y de inicio, se procede al ritual del lavado de manos, presente desde su apertura pero seguramente hoy con un sentido diferente y muy práctico, desgraciadamente, en tiempos de pandemia.

El interior es diáfano y quizás un poco frio, 8 mesas con distancia de seguridad más que suficiente entre ellas y cocina vista. Nos acomodaron en la que mejor situación tenía respecto a ella. Paco vino rápidamente a saludarnos y a rememorar brevemente el raudo paso del tiempo. Había escogido para nosotros el menú mediano, equilibrado en cantidad y variedad.

Nos recomendó el vino para acompañar el menú, un espléndido Gravonia del 2009 al que complementamos para los platos de carne con un sorprendente tinto libanés, Chateau Musar 2012.

Los platos que componían la cena retrospectiva de los siglos X al XIV del Reino Nazarí, estaban elaborados sin los ingredientes importados un siglo más tarde de América, con el reto que supone cocinar sin patata, pimiento, alubias, chocolate…

Al final de este post, podréis ver el menú completo, del que se desprende su coherencia no exenta de riesgos, desde los entrantes, en el que destacaríamos la Berenjena abuñuelada, a los postres, con una propuesta de algarroba en distintas texturas como sustituto del inexistente cacao y por lo tanto chocolate, en aquella época de nuestra historia.

Entre lo platos principales, destacaríamos el apunte al clásico mar y montaña de carabinero frito y tartar de vaca (me inclino a pensar que esa noche la res no pasaba de añojo, lo que le restaba, probablemente, protagonismo a la carne) y una fantástica y especial Menestra de verduras en la que me resultó gratamente curioso la hoja de salvia liofilizada.

En definitiva, un Paco maduro, más atemperado y con una línea más homogénea que le hace ganar en identidad,  que deja atrás una cocina de juventud, más irreverente pero también con atrevimientos. Que difícil es aunar las virtudes de ambas etapas!

Cuidadísima la puesta en escena, con una coreografía como las de antes, llena de armonía y que nos llevó a aquella época en la que en España la categoría de un restaurante se medía en tenedores y no en estrellas, y que Paco, desde su atalaya en la cocina, no deja de vigilar en todo momento.

Absolutamente imprescindible una visita a Noor para quien desee disfrutar de la cocina de uno de los mejores cocineros que tenemos en España y que sin duda, tiene aún mucho recorrido. Veremos su firmamento crecer.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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