“Las ciudades son libros
que se leen con los pies”
Quntín Cabrera
Nuestro ultimo momento en Saint Emilion fue ante un estupendo desayuno en el acogedor salón del hotel en el que estábamos, solos y en una gran mesa delicadamente preparada y servida. A través de sus ventanas desde las que se divisaba un campanario, empezamos a vislumbrar copos de nieve. Llamadme iluso (qué no Ismael…ver inicio de Moby Dick, de Herman Neville) pero creo que hay alguien por ahí, encargado del atrezzo y que dispone lo necesario para envolver los momentos en personalizado papel de regalo. Qué suerte!
Tras despedirnos de Laurent, director del establecimiento, persona delicada y amabilísima que nos hizo la estancia realmente especial, nos dirigimos al apeadero del tren con dirección a Burdeos.
No vamos a dar detalles aquí del hotel en el que nos alojamos en la capital de Aquitania… pensamos que merece una entrada aparte y así será.
No solemos hacerlo, pero en esta ocasión y dado que no íbamos a estar demasiado tiempo en la ciudad bordelesa, llevamos contratada una guía para hacer un recorrido por la ciudad a pie. La idea fue estupenda, aunque para ser sinceros, el tiempo no acompañó y casi sufrimos un principio de congelación! La nieve/aguanieve no nos abandonó en toda la jornada.
Pese al frío, muy pronto nos dimos cuenta de que estábamos en una preciosa ciudad, conocida como “el pequeño París” aunque los bordeleses afirman, no sin falta de razón, que “Paris es la gran Burdeos”, dado que su construcción fue anterior a la capital francesa, y para muchos de sus monumentos, sirvió de inspiración para los mejores arquitectos.
La Plaza de la Bolsa es probablemente, junto con la de Quinconces, el punto turístico por excelencia. Quien no haya visto alguna foto del espejo de agua a orillas del Garona, le recomendamos que lo hagan antes de ir, sobre todo si van a viajar en invierno a Burdeos, ya que es prácticamente imposible verlo en esta época del año! Los dos centímetros de agua que cubren la inmensa losa de granito negro, podrían congelarse y como prevención, se vacía todo el circuito para prevenir las peligrosas consecuencias que una fuerte helada podrían tener.
Definitivamente, Burdeos es una ciudad para pasear. Su cuarto de millón de habitantes, concentran su actividad laboral y de ocio en el centro histórico. Imprescindibles son la Catedral de Saint- André, la Puerta de Cailhau (del siglo XV y entrada principal de la ciudad), la mítica plaza de la Bolsa que ya hemos mencionado y como curiosidad, la estatua de Goya delante de la entrada a la iglesia de Notre-Dame du Chapelet que recuerda la corta estancia que el pintor pasó exilado en Burdeos.
En el centro, casi todo gira, literalmente, en torno al imponente e icónico Hotel Intercontinental, en la Place de la Comédie. Construido por el famoso arquitecto Víctor Louis en 1789 como un palacete privado, el monumento histórico se convirtió por primera vez en un hotel en 1904. Enfrente, el igualmente deslumbrante edificio de la Ópera, construida diez años antes por el mismo arquitecto. Los dos edificios con sus destinos interconectados, son el punto de partida de casi todas las rutas de la ciudad.
La vida comercial está en el conocido como El Triángulo de Oro, delimitado por tres calles: Cours de l’Intendance, Course George Clemenceau y Allées de Tourny. En él se concentran las arterias más elegantes de la ciudad y las tiendas más exclusivas.
En definitiva, esta visita pide otra en una época con climatología más amable. Mayo ó junio parecen meses ideales para disfrutar, por ejemplo, de un paseo al atardecer por la ribera del Río Garona y recorrer las calles salpicadas de terrazas llenas de vida.
En cualquier época, no dejéis de probar los canelés, un delicioso dulce bordelés. Está buenísimo!
En breve, os contaremos las visitas a bodegas que realizamos desde Burdeos.
À bientôt!
