Hoy, 14 de agosto de 2024. Mallorca.
Nuestro tiempo en Okelani toca ya a su fin. Un año más, habíamos pasado unos días estupendos con nuestros amigos Cristina y Juan. Son muchos años ya los que esperamos impacientes que llegue agosto, para embarcarnos con ellos y disfrutar de unos momentos únicos de total disfrute.
Sin rumbo inicial definido, es la climatología y el siempre acertado criterio de nuestro amigo y capitán Juan, quienes marcan el rumbo.
Gallego practicante, lleva el mar en las venas. La prudencia y decisión con los que navega, han hecho durante todos estos veranos, que nuestra confianza sea total y absoluta. No podemos olvidarnos de la armadora, su mujer Cristina, complemento perfecto y colaboradora necesaria de quien gobierna la nave.
Y qué hay de la marinería?
Ana, intentó siempre dejar de ser una invitada para convertirse en una ayuda, por su carácter proactivo, positivo y amigable y también como infinito agradecimiento a quienes le permiten participar de una de sus pasiones y que disfruta como una niña. No le falta decisión y coraje, demostrada con creces incluso en situaciones complicadas.
Y que os puedo decir de quien escribe… pues que soy imprescindible! Nadie hace una selección de viandas y vinos como yo, ni acompaña al capitán en sus necesidades alimenticias, y además, no hay nadie que inmortalice los momentos especiales cada año (que harían sin su fotógrafo, sin su paparazzo y sus álbumes post vacacionales?)
El tiempo había estado relativamente revuelto este año, compensado con una mar tranquila y una transparencia y limpieza del agua increíble! Mucho calor mezclado con madrugadas húmedas y frescas.
Nuestro capitán, había tomado la decisión de ir a puerto (en Palma está su amarre) el día 14. Las previsiones avisaban de tormentas y el paso de una dana y organizamos regreso para evitar problemas. Como suele pasar, nos fuimos adaptando a la información que puntualmente controla Juan y que suele ser mas concreta a medida que nos acercamos al fenómeno meteorológico anunciado, y así fondeamos y pasamos el día y la noche en Cala Blanca, pasado Andratx, y a escasas dos horas de Palma.
La noche fue excelente. Tanto, que nos permitió disfrutar de Las Perseidas, la lluvia de estrellas fugaces que todos los veranos, por esas fechas, nos acompañan.
La mañana, nos despertó con algunas nubes que no presagiaban en absoluto, lo que nos esperaba. Desayunamos con tranquilidad e incluso el capitán, repasadas nuevamente las previsiones, nos dio permiso para un último baño en las cristalinas aguas de la cala. Zarpamos hacia Palma con tiempo de sobra, en teoría, para llegar a comer tranquilos.
Pero la naturaleza nos da sorpresas….
Ana nos dio la voz de aviso: por nuestra popa, pero aun con cierta lejanía, se veía claramente un Cap de Fibló, una manga marina, vamos, un tornado! bajo un cielo con densas y oscuras nubes junto con relámpagos que fotografiamos como algo de lo que nos habíamos librado. Pero aquel cielo empezó a correr hacia nosotros y en nada de tiempo nos alcanzo de lleno. De pronto, un rayo espeluznante actuó como interruptor y aquella brisa ligera se convirtió en un viento desgarrador con rachas superiores a 50 nudos (más de 90 kilómetros por hora), y aquel mar en relativa calma embraveció con unas olas cercanas a los dos metros y el buen tiempo pasó a ser una lluvia torrencial que serían nuestra compañía durante casi una hora.
Pese a ir navegando cercanos a la costa, pasamos un buen rato (que se hizo muy largo) sin avistar tierra.
Una de las sujeciones de la capota se soltó y las marineras, en turnos, se encargaron de sujetarla con un esfuerzo considerable, para evitar que la capota pudiera ser arrancada, con el peligro que eso hubiera supuesto.
El tiempo se hacía interminable. Cuando por fin adivinamos la silueta de la catedral de Palma en el horizonte, sentimos un enorme alivio.
El temporal amainaba cuando entrábamos en el puerto y nos dirigíamos al amarre.
Okelani, una vez más demostró ser un velero de casta. Probablemente, con alma gallega como el capitán que maneja sus 50 pies con destreza y con seguridad (teniéndola y transmitiéndola). Se conocen desde hace tiempo y el barco confía en sus manos y nosotros también!
Gracias Capitán por llevarnos a buen puerto!
2 comentarios
Vaya susto Alcibiades!
Menos mal que llegasteis a buen puerto sanos y salvos!
Pues si, Mónica! La verdad es que asusta. La naturaleza cuando se cabrea…