En agosto del año pasado, 2019, pasamos unos días navegando en Okelani, velero propiedad de nuestros amigos Cristina y Juan, tal y como llevamos haciendo los últimos diez años. Hacía unos cuantos veranos que nuestra travesía no incluía la costa este de Mallorca, pero por razones climatológicas, Juan, nuestro Capitán con muchas millas a sus velas, tomo la decisión (siempre basada en la razón: si vamos a disfrutar, que sea en las mejores condiciones) de dirigirnos hacia allí.
Las jornadas de navegación que pasamos con ellos cada verano, supone un auténtico privilegio. Descanso, relajación, risas, charlas, brisa marina, horas en el agua, cenas en cubierta seguidas de un gin & tonic en silencio contemplando las estrellas de San Lorenzo… siempre bajo el control de la mano experta de nuestro amigo Juan y su esposa Cristina.
El verano que nos ocupa, la isla y en concreto la costa oriental, estaba llena de barcos y de gente. Tratábamos de fondear esa noche en Porto Colom pero no había sitio. Fue nuestro amigo Tomeu, quien con una rápida gestión, nos consiguió una boya adecuada para los 50 pies del velero. Nuestros anfitriones, querían llevarnos a cenar a un restaurante que habían conocido unas semanas antes, Sa Llotja, que además de comerse estupendamente y ser muy adecuado para una cena estival, el dueño era asturiano.
Cuando llegamos, el restaurante estaba lleno, pero aún así, nos dieron a elegir entre el calor de la terraza exterior o el interior climatizado. Recuerdo una cena muy agradable, en la que entre otras cosas, tomamos (Cristina y Juan insistieron) un frito de pulpo y calamar que estaba delicioso (creo recordar que pedimos otro…), unas alcachofas fritas con parmesano de mucha calidad y un steak tartar de solomillo perfecto en su elaboración y con un punto alegre. El plato estrella de la noche fueron unos fresquísimos lenguados de un tamaño pequeño muy poco habitual, que estaban fantásticos.
Tras los postres y cuando el servicio de la cena se relajó un poco, José Manuel (propietario junto a su marido Joachim) se acercó a nuestra mesa. Dos asturianos siempre encuentran nexos de unión, gente en común y no es difícil hasta que sean familia, aunque esta vez, por poco, no fue el caso!
Ni que decir tiene que nos fuimos los últimos, con una bolsa de hielo para, en cubierta, terminar la estupenda velada, y con la promesa de ir a buscar pan recién hecho a la mañana siguiente, antes de continuar con la travesía.
La recogida del pan, la acompañamos con café y charla con Jose Manuel y nos despedimos con el compromiso de visitar a Joachim, a Sa Llotja en Cala d’Or, recién abierto y donde la pareja tiene depositadas muchas ilusiones.
Cumplimos nuestra promesa una vez desembarcados: fuimos dos veces, la primera Ana y yo solos, y la segunda con nuestros amigos Mónica y Fernando, que cumpliendo con la tradición, fueron a pasar unos días con nosotros.
El restaurante de Cala d’Or tiene una situación fantástica, con vistas sobre la Marina. Está 
decorado con mucho gusto y atención al detalle. Ambas veces, Joachim estuvo absolutamente pendiente de nosotros y entre sus recomendaciones estaba la langosta con huevos fritos y patatas. Una cena con el frito de pulpo y calamar y este plato principal es… de repetir muchas veces!
Tan es así, que para Nochevieja, Ana y yo decidimos incorporarlo a nuestro menú y le pedimos la receta a José Manuel. Tengo que decir, que faltaba el mar, el calor, estar de vacaciones y la mano experta… pero el resultado no estuvo mal! Aquí , siendo sincero, confieso que Ana es una excelente cocinera.
Estamos ya en junio, inmersos aún en esta pesadilla que ha venido de improviso y a la que le está costando marcharse. Ha causado mucho dolor y el miedo aún está entre nosotros, pero no podemos permitir que se instale en nuestras y que nos quite la ilusión. Así que, amigos Joachim y José Manuel, en agosto nos veremos!
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