Hará unos quince años, paseando por Roma con la serenidad que merece esta ciudad y que siempre te descubre nuevos rincones en cada visita, nos encontramos con una de las tiendas de Bang & Olufsen en pleno centro.
Estaban allí los propietarios, dos hermanos encantadores con los que empezamos hablando del negocio, para derivar la conversación a muchos otros temas entre los que, cómo no, estuvo la magnífica gastronomía italiana.
Al comentar con ellos la proliferación del turismo y el potencial daño que podría hacer a la oferta culinaria de Roma, casi al unísono y demostrando su condición de socios/hermanos, nos recomendaron el sitio en el que solían comer: Due Ladroni.
Hacia allí nos dirigimos en lo que sería la primera de muchas veces. Nos encontramos con un local muy agradable, repleto de romanos y con un ambiente estupendo.
Tras conseguir, no sin dificultad, una mesa para mi mujer y para mí, nos dieron la carta que ni siquiera abrimos. Directamente preguntamos qué nos ofrecían y les comentamos de parte de quién íbamos. Nos sacaron: Una ensalada de magnífico tomate amalfitano con mozzarella fresquísima recién llegada al restaurante; seguida de una pasta fresca, por supuesto, unos espectaculares spaghetti ai moscardini (pulpitos) que repetimos en otras ocasiones.
Durante estos años y en diversas visitas a la capital italiana, hemos ido probando la carta y tanto las pastas, como las carnes, como los pescados (una sorprendente lubina al horno sencilla y sabrosísima) están a un gran nivel. Nuestros recientes “enviados especiales” Mónica y Fernando lo pueden atestiguar.
Apropiado para comer o cenar, aunque a nosotros nos gusta más la cena, tiene una excelente carta de vinos y muy buen servicio. Solo un ruego: no tratemos de convertirlo en un sitio turístico pidiendo el napolitano plato de pizza… no hay.
http://www.dueladroni.com
