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Victoria Falls Hotel. Zimbabue.

Es uno de los hoteles conocidos como “Las Grandes Damas“ junto al Raffles de Singapur, The Breakers de Palm Beach, Plaza Athenee y George V de Paris o el Norfolk de Nairobi, entre otros.

Por si solos, merecen pasar una noche en donde se encuentran por alojarse en ellos, pero si además tenemos la oportunidad de visitar una de las grandes maravillas del mundo, las Cataratas Victoria, es obligado conocer el Victoria Falls Hotel. Nuestro buen amigo Emilio Llano, gran viajero y conocedor del continente africano, nos había dejado claro que ir a Victoria y alojarse en otro hotel, sería un inmenso error. Y desde luego, le agradecemos su insistencia.

De estilo eduardiano, fue levantado por los británicos en 1904 como acomodo para los trabajadores que construían el tren Ciudad del Cabo – El Cairo. Cecil Rodhes (mas tarde daría incluso nombre a un país: Rodhesia), promotor del sueño de construir un ferrocarril que cruzara África de norte a sur, quería que el puente que salvara las cataratas, estuviera lo suficientemente cerca para que la nube de gotas que genera la presión del agua al romper, llegara hasta los vagones; y así se hizo, construyéndolo en el conocido como Boiling Pot.

En 2013 sufrió una intensa redecoración, combinando su encanto tradicional con servicios mas modernos y sofisticados. Cerca, por tanto, de 120 años siendo un icono del lujo en Africa.

Uno de sus atractivos era el camino privado de apenas 2 kilómetros que lo unía con las cataratas, pero debido a no poder garantizar la seguridad de los  clientes de posibles ataques de animales salvajes, está cerrado actualmente. Desconocemos las intenciones de la propiedad, pero suponemos que harán lo posible por encontrar una solución y reabrirlo, ya que es uno de los grandes atractivos que ofrecía.

Desde que se llega al hotel, la sensación de majestuosidad es permanente: la gran puerta de entrada, el lobby con la recepción y conserjería en madera al igual que las vigas del techo, el camino a la habitación por los distintos jardines; todo ello con el rumor lejano de la fuerza del agua cayendo…

Tiene 161 habitaciones, de las que  42 se encuentran en el exclusivo Pabellón de los Establos, en el que nos alojamos. Era una junior suite, en la que el estilo clásico combinaba perfectamente con las reformas incorporadas sobre todo en baños, climatización, iluminación… La enorme cama, con el imprescindible mosquitero, era de una comodidad asombrosa (sobre todo viniendo de 3 agotadores días en Namibia), así que para evitar la tentación, tras refrescarnos y cambiarnos nos dispusimos a cenar en el propio hotel.

Sentados en la mesa de la Stanley’s Terrace, la sensación era de haber retrocedido un siglo. Es una pena que existan turistas (que no viajeros) que no respeten y disfruten de la atmósfera de un lugar como ese y estén más preocupados de sacarse fotos y selfies con las cámaras y teléfonos fabricados en su propio país y sobre todo que lo hagan como si estuvieran en el salón de su casa, con molestas voces y risas escandalosas, importándoles un comino el resto de comensales que tratábamos de disfrutar de la magia del lugar. Afortunadamente, no sé si con el alcohol como cómplice, se retiraron a sus habitaciones dejándonos aún tiempo para disfrutar de una noche perfecta.

Ana, se decidió por una sabrosa pasta mientras que yo, que quería probar algo autóctono, opté por una estupenda hamburguesa de cocodrilo. Todo ello acompañado con un vino de la comarca que, en verdad, no pasará a los anales de la historia vinícola…

Tras descansar a pierna suelta, nos levantamos temprano para poder visitar las cataratas antes de que el calor fuera asfixiante.

El desayuno en El Jungle Junction, fue otro de los momentos maravillosos en este hotel.
Un espléndido buffet combinado con especialidades a la carta, sentados bajo una sombrilla y con el spray de las cataratas como horizonte…daban ganas de extenderlo, pero el tiempo mandaba, y tuvimos que irnos para ver sin prisas el gran espectáculo de agua que nos esperaba y recoger nuestro equipaje antes de emprender viaje por carretera hacia Bostwana en el vehículo que nos vendría a recoger.

Pero esto, lo contaremos con detalle otro día…

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