Nuestra primera visita a Verona un frío invierno unos pocos años atrás, nos había dejado con las ganas de más, de volver con mejor tiempo y poder así disfrutar de la temporada de ópera en el majestuoso anfiteatro del siglo I, L’Arena.
Así que cuando nuestros amigos Montse y Juanma nos invitaron a la boda de su hijo en la ciudad en la que Shakespeare situó la trama de Romeo y Julieta, rápidamente nos dispusimos a organizar el viaje a una de nuestras debilidades italianas.
El enlace iba a ser en julio por lo que tuvimos la idea de, tras la boda, ir a pasar unos días al Lago di Garda. Mónica y Fernando, haciendo un gran sacrificio, rápidamente se unieron a nosotros.
Pasamos tres días en esta maravillosa ciudad. Al ir acompañados por el grupo de amigos desperdigados por distintos hoteles y también invitados al acontecimiento (para algunos era su primera visita) nos sumamos a la mayoría de actividades organizadas, procurando al menos, comer y cenar juntos.
La región en la que se encuentra, Véneto, es la más variada de toda Italia en cuanto a tipos de vino se refiere y aún siendo más pequeña que otras, estamos ante el principal productor en términos de cantidad, no exenta de calidad en sus elaboraciones.
Se extiende por grandes areas montañosas alpinas y prealpinas y por una amplia llanura central hasta las orillas del lago de Garda al oeste.
De los más conocidos fuera de la región e incluso del país, se encuentran los Valpolicella y los Amarone.
Abrimos aquí un pequeño paréntesis para contaros que uno de nuestros vinos favoritos, La Poja, se produce muy cerca de Verona, en las bodegas Allegrini. Lo conocimos hace ya bastantes años en Londres, cenando en L’Atelier de Joel Robouchon. Celebrábamos mi cumpleaños y fue el regalo de nuestro amigo Ivo, el sommelier búlgaro del restaurante. Contaremos esta cena en una publicación independiente, porque fue, digamos, peculiar: sirva como ejemplo, que el complemento al fantástico vino fue un pequeño bocadillo de jamón frito de bellota para Ana y otro para mi… os recuerdo las tres Estrellas Michelin que ostenta este afamado restaurante.
Es perfecta para pasearla, con multitud de callejuelas y rincones por descubrir y con el
espectacular anfiteatro de La Arena como santo y seña indiscutible. Esta vez fuimos en plena temporada de ópera y con estupendas entradas para Nabucco.
Fue complicado encontrar hotel pese a reservarlo con meses de antelación. Nuestra primera intención era alojarnos en el mismo hotel al que habíamos ido en nuestro primer viaje, el Escalus Luxury Suites, un hotel pequeño, más parecido a una casa con una o dos amplias habitaciones por planta, moderno (difícil en Verona…), magníficamente situado y con un estupendo desayuno, pero finalmente nos quedamos en el hotel Accademia, muy clásico, que pide a gritos una renovación, pero que es uno de los más conocidos y demandados por su situación en el centro histórico.
No vamos a hacer ninguna recomendación sobre qué visitar. Nos limitaremos a deciros que paseéis y descubráis…
Sobre el balcón de la casa de Julieta, probablemente el “monumento” más visitado de la ciudad, solo una mención.
Lo que sí aconsejamos encarecidamente, es asistir a una representación de una ópera en L’Arena, aunque no te guste la lírica. Escuchar con otras 23.000 personas, al aire libre, una noche de julio, El Coro de los Esclavos de Nabucco, en un escenario de más de cuarenta metros y setenta actores en escena, además de caballos, convierten una ópera en un auténtico espectáculo audiovisual.
En resumen: destino perfecto para pasar un maravilloso fin de semana, o si se dispone de más tiempo, combinarlo con el Lago di Garda, muy próximo y del que hablaremos muy pronto.
A.