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La historia de Riva tiene que ver con el savoir faire único e inimitable, y este es el secreto de su belleza y estilo.
En 1842, una tormenta repentina había arrasado con la flota pesquera del lago Iseo, el cuarto más grande de Lombardía y muy cercano al de Garda.
Un joven carpintero instalado en un patio del pequeño pueblo de Sarnico, comenzó a reparar muchos de los barcos afectados, ganándose el respeto y la admiración de la población local por el trabajo tan sorprendente que realizaba.
Eran los primeros pasos de la leyenda de Riva y, con ella, la de su creador Pietro Riva, que pasaría de la reparación a lanzar sus primeras creaciones que destacaban por su personalidad y clase, encaminadas a convertirse en referente del lujo y el diseño en el sector de la náutica.
La firma italiana ganó rápidamente una excelente reputación, y el astillero continuó
floreciendo con el hijo de Pietro, Ernesto, quien introdujo barcos propulsados por motores de combustión interna.
Después de la Primera Guerra Mundial, fue Serafino Riva quien le dio a la firma su sello definitivo, transformando los prestigiosos productos del astillero en una marca genuina que haría historia en la navegación.
La producción pasó de los barcos de transporte a las lanchas a motor, un mercado aún embrionario en aquellos días. A finales de la década de 1920 y principios de la de 1930, los yates de carreras de Riva arrasaron con todo lo que tenían delante, consiguiendo innumerables victorias y récords en competiciones nacionales e internacionales.
Los años 50 pertenecieron a Carlo Riva, cuyo talento y pasión convirtieron a la marca en una de las estrellas más brillantes del firmamento náutico. Sus barcos sedujeron a las celebridades del momento y adquirieron el estatus de íconos del diseño y estilo de vida.
En esta década de la revolución industrial italiana, L’Ingegnere, como se conocía a Carlo Riva, aprovechó el espíritu predominante de la exaltación de la velocidad, para aplicarla en una serie de modelos construidos en madera.
A partir de 1956, comenzó a colaborar con el diseñador y arquitecto Giorgio Barilani. Y en noviembre de 1962 nació el mito: Aquarama. Sus líneas mágicas y su encanto irresistible la convirtieron en un clásico instantáneo: el ícono de Riva, «el barco» por excelencia, una marca dentro de una marca.
A pesar de que la fibra de vidrio ganaba terreno, Riva continuó fabricando pequeños modelos de madera hasta 1996, cuando el último Aquarama Special, no. 784, fue construido.
En 1989, la familia Riva se desvincula de la compañía y en mayo de 2000, Riva se convirtió en
parte del Grupo Ferretti, quien lo situó a la vanguardia de la navegación mundial.
El inicio de este nuevo feliz viaje para esta gran firma se debe a la comunión de un gran departamento de Ingeniería del grupo y a la sensibilidad del diseñador Mauro Micheli, cofundador con Sergio Beretta de Officina Italiana Design, el estudio que diseña en exclusiva toda la flota actual de Riva.
Tanto Ana como yo, nos quedábamos embobados, cuando en nuestros veranos en las Baleares a bordo del velero de nuestros amigos Cristina y Juan, divisábamos alguna Riva. Por supuesto que las grandes motoras de 30 metros de la firma siguen siendo un alarde de belleza, y el sonido de sus motores estremece, pero ver aparecer una Aquarama deslizarse por las tranquilas aguas mediterráneas…
La Riva Aquarama representa una época que ya no existe. Sus líneas, los acabados en caoba, cuero, cromo y nácar, y sus grandes motores intraborda V-8 de gasolina, marcaron en los años 60 un hito del diseño de las embarcaciones de recreo.
La sensación de navegar en una Aquarama era algo que queríamos experimentar desde hacía tiempo. Así que, nos dispusimos a surcar las aguas del Garda durante más de dos horas en una preciosa unidad del 73.
Solo diré que, no solo cumplió nuestras expectativas si no que las superó ampliamente. Las sensaciones y emociones son muy difíciles de explicar. Pero lo que si haremos es recomendaros, si tenéis la ocasión, navegar sobre la belleza. Si además tenéis la fortuna de hacerlo acompañado por ella, como yo lo he hecho…lugar preferente en mi caja de recuerdos imborrables!
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