Search
Close this search box.

Contra todo pronostico (relato corto)

“Existe una palabra para definir el momento
en que fantasía y realidad se mezclan: locura”.
Laia Soler

Contra todo pronóstico.

Nunca le había dicho nada.
Ni siquiera se había acercado a ella mas de lo que una prudencia muy conservadora le marcaba de forma continua como límite.
Pero mirarla… eso no podía dejar de hacerlo cuando, a diario en su camino habitual, se encontraba indefectiblemente con ella. Entonces, la localizaba desde lejos, se acercaba con sigilo pero con determinación hasta la frontera, y la miraba, la observaba, la estudiaba. Ni una sola de sus perfectas curvas quedaba sin ser admirada. Los días de sol, los reflejos que emitía la luz del astro sobre ese color caoba que la identificaba, la diferenciaba de todas las demás que a su lado pugnaban por que también las miraran.

Un día de otoño (le encantaba esta estación de tonalidades ocres, de días cortos, de melancolía, de hojas suicidas), empezó a sentirse inquieto cuando, al dar la curva de la calle de La Ilusión, para desembocar en la Avenida de las Malditas Esperanzas, no la divisó desde el punto habitual.
No estaba donde debía de estar, ni con sus compañeras habituales.

La inquietud, según se acercaba, se iba transformando en miedo. Su desasosiego por llegar al punto desde donde otros días, y venía haciendo meses, la miraba a diario, era tal, que en sus procederes alterados, a punto estuvo de llevarse por delante a una joven madre que paseaba cazando rayos de sol con su retoño y, para el caso de que tal accidente se hubiera producido, el destino justiciero taliónico, tenía preparada para él una furgoneta de reparto acelerada para, si era menester, proceder al correspondiente ajuste.

Pero llegó. Sudoroso. Respirando aceleradamente. Los ojos desorbitados buscándola sin encontrarla.

Se acercó a sus compañeras de cada día, y cuando las iba a interpelar sobre ella, convencido de su derecho a hacerlo, se quedó petrificado como la esposa de Lot, mirando curiosa la destrucción de Sodoma.
De pronto un sonido llegó a sus oídos desde su espalda. Solo podía emitirlo ella. Era como si la Orquesta Sinfónica de la Esperanza en pleno, se hubiera puesto a sonar. Nunca la había escuchado, pero no tenía ninguna duda: solo podía salir de sus entrañas.

Sonrió. Se dio la vuelta, lentamente, con los ojos cerrados, disfrutando conscientemente con plenitud del momento que, con certeza, iba a marcar su vida, sus vidas!
Los abrió cuando su oído le anunció que ya se encontraba delante; los abrió con determinación, con alegría y ansiedad contenida.

Aquello fue como una puñalada en la boca del estómago. Como si Tántalo hubiera empezado su suplicio allí mismo. Como si un goyesco Saturno empezara a devorarle.
Una flecha envenenada le atravesó el alma cuando la vio en brazos de aquel hombre. Una llamarada de destrucción apuntaba a su corazón.

Paralizado durante el instante eterno de una muerte en vida, era incapaz de moverse, de pensar.
Pero el instinto le hizo reaccionar.

Sin control y buscando sin mirar algo que pudiera servirle como arma, cogió del suelo una barra de acero, procedente con seguridad de una obra cercana, y le asestó al amante un golpe con tal brutalidad, que no hicieron falta más.

La cogió literalmente en volandas y sintió su tacto por primera vez, la olió por primera vez y la vio de cerca, de tan cerca que la imagen desenfocada le hizo pensar que aquello era solo un sueño.

Los testigos, también empezaron a reaccionar y le miraron con terror, con miedo, con desolación.
Echó a correr entonces con ella en brazos, huyendo del tumulto que se había formado alrededor del hombre golpeado y que yacía inerte en el suelo. Un reguero de sangre manaba de su cabeza, en una alegoría macabra al nacimiento de un arroyo que, teñido de rojo, significaba muerte.

Llamaban a gritos a las autoridades para que le dieran caza, pero ese caos le permitió adentrarse por las callejuelas estrechas del barrio de Santa Cruz, que conocía como la palma de su mano.

Llegó a los jardines del Alcázar, sin apenas paseantes locales ni turistas a esa hora.
Se dirigió, con ella aún en sus brazos, a un banco en el que hacía solo unos días había pasado una tarde sentado, componiendo ilusionado una canción para cantar con ella, la que ahora sentía tan cerca, inmóvil.

La colocó en sus brazos con mimo, sabedor de que el momento iba a ser fugaz pero lo recordaría siempre.
Saboreando cada movimiento.
Fotografiando mentalmente la escena.

Alargó su brazo izquierdo colocando los dedos en el punto justo, como tantas veces había soñado.
Su brazo derecho la rodeó.
Rodeó su cuerpo en abrazo entusiasmado. Olía, entretanto, su aroma. El color caoba se hacía mas dorado con los reflejos del sol.

Estaba tan ensimismado en ella, que no se percató de los cuatro agentes armados, que sigilosamente se acercaban a él por detrás.

Solo le dio tiempo a rasguearla una vez. Mano izquierda entre el segundo y tercer traste con ese acorde mil veces soñado y por primera vez sentido.
Con los ojos cerrados y el sonido del acorde copando sus oídos, se dio cuenta de su presencia cuando, mientras uno de los policías esgrimía delante de su cara un arma (sintió que le apuntaba al alma), los otros tres le agarraron con violencia.

Ella quedo en el aire, suspendida durante lo que a él le pareció una eternidad.
En su caída, tropezó con el banco y se produjo la primera herida.
Cayó encima de unas piedras. El mástil se separó y produjo una grieta hasta la boca.
El hueso del puente se partió en dos justo en el momento en que su atormentado grito impedía escuchar al agente que le leía sus derechos tras haberle acusado de asesinato de un guitarrista flamenco mientras ayudaba a su amigo el luthier, a calibrar la guitarra que ahora, yacía destrozada a sus pies y que, como si del segundo acorde se tratara, recibía una lagrima caída de sus ojos que resbalaba en un mudo rasgueo, por su madera.

Oviedo, 23F, 2020

¿Te ha gustado este artículo?
Compártelo si quieres...

Déjanos tu comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Artículos relacionados

Alquimia.

Recuperando cosas del trastero de la memoria olvidada… Poema finalista del II Concurso de poesía “Rosa Butler” en 2021. Publicado en el poemario del concurso.

Seguir leyendo»

Este sitio web utiliza cookies para que tengas la mejor experiencia de usuario. Si continúas navegando estás dando tu consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies.

ACEPTAR
Aviso de cookies

Suscríbete a nuestra newsletter

Ver la Política de privacidad del sitio web.
* FINALIDAD INFORMADA
Responsable: Ana Paredes García
Finalidad: gestionar la solicitud realizada a través de este formulario.
Legitimación: su consentimiento.
Destinatarios: los datos facilitados estarán ubicados en los servidores de Loading (proveedor de hosting de unrinconenelmundo.com) dentro de la UE. Ver la Política de Privacidad de Loading.
Derechos: podrá ejercer sus derechos a, entre otros, acceder, rectificar, limitar y suprimir sus datos, solicitándolo a través de este mismo formulario.