Pese a que transitamos por una época en la que ni siquiera la nostalgia es lo que era, cuando para documentarnos, recordar el momento o simplemente por gusto, nos enfrentamos a alguno de los más de 300 artículos publicados en este blog en sus 4 años de vida, hace que revivamos el momento con mucha intensidad.
Es muy complicado evocar sensaciones, que se producen por la estimulación de alguno de nuestros órganos receptores y aún más los sentimientos, unidos al estado afectivo del ánimo. Todo ha cambiado y lo vivido en ese momento, no se volverá a vivir. Pero las sensaciones nos hablan de emoción.
La cena estaba programada en el restaurante del que el todo París hablaba: Guy Savoy, que no solo había recibido recientemente su tercera estrella Michelin si no que le habían otorgado la distinción de ser el mejor restaurante del mundo…
Llegamos poco antes de las 8 de la tarde. Nos recibieron a pie de taxi y tras acompañarnos a la mesa y traernos una bebida de bienvenida, el maitre se acercó. Le contamos por qué y cómo estábamos allí y al rato apareció el propio Guy Savoy para darnos la bienvenida y ofrecernos unas variaciones de temporada sobre el habitual menú degustación que, por supuesto, aceptamos.
Nuestra mesa, estuvo atendida durante toda la noche por una persona del equipo de maitres que nos explicó detalladamente cada plato (puntualmente, Savoy venía a explicarnos los cambios), un camarero exclusivo y un sommelier responsable de los distintos vinos que probamos. Además, una persona que llamaba la atención por sus inmaculados guantes blancos, cortaba los distintos panes recién hechos que maridaban a la perfección con cada plato servido.
Los vinos que acompañaron nuestra cena fueron:
- Anjoo La Lune 1998 AOC Loira
- Chateau Val Joanis de Cécile Chancel 97
- Chateau Figeac 97
- Domaine de Beaucastel P. Perrin del 93 AOC Chateauneuf du Pape
- Domaine Bachelet 1999.
Y los platos comenzaron a llegar:
– Entradas
- Crema de zanahorias con aroma de anis. Crujiente de atún. Pechuga de pollo.
- Terrina de foie en canapé.
– Menú
- Ostra con gelatina de limón y su propio jugo
- Espárragos verdes con mousse de foie y vinagreta de trufa de primavera
- Cigala con salsa de limón y vainas de guisantes
- Dorada con su piel crujiente, sobre cama de pencas, con champiñones y boletus en salsa de vainilla
- Sopa de alcachofas con laminas de trufa de primavera y parmesano, con brioche caliente de champiñones y trufa.
- Mollejas de ternera, crujiente de patata y foie y trufa
– Petit Fours
- Crujiente con pasas y chocolate negro caliente
- Mandarina caramelizada y miniteja de fresa
- Miniatura de magdalenas calientes
– Postres
- Texturas de fresa: sorbete, helado, mousse, granizado, láminas caramelizadas y láminas anisadas
- Milhojas de hojaldre y crema
- Tocinillo de pomelo con galleta de uva
- Tarta de chocolate, mousse con granos de chocolate puro sobre teja de chocolate
– Carro de quesos
– Café, infusiones y carro de sorbetes y golosinas, acompañados de mermeladas, cremas de leche, chocolates….
En los quesos, Ana se retiró muy dignamente de la competición, dejándome que yo probara alguno más por no dejar pasar aquel espectáculo que por sí sólo merecería una visita. En los sorbetes y golosinas, muy a nuestro pesar, la retirada fue conjunta…
La armonía de sabores en cada plato, no era impedimento para reconocer los ingredientes. El fin último de una creación gastronómica, se conseguía con creces: estar deliciosos! El servicio, elegante, ponderado, sin ningún agobio pero pendientes de cualquier necesidad.
Al día siguiente, tocaba volver a casa. El tema de conversación, fue prácticamente monotemático, recordando lo que hoy, pasados mas de 20 años y unas pocas visitas a grandes templos de la gastronomía, sigue siendo, probablemente, la mejor cena de nuestra vida.
Parece, además, que será muy difícil repetir, ya que 20 años después de conseguir la tercera estrella, la ha perdido en la edición 2023 de la guía roja. Una pena.