Tiene razón Frank Sinatra cuando canta The best is yet to come (lo mejor está por venir) o Jorge Manrique cuando escribió …cualquiera tiempo pasado fue mejor?
Creo que no podemos (y aunque pudiéramos, no deberíamos) reducir al absoluto ninguna de estas expresiones. Las dos tienen parte de verdad. Y ciñéndonos al mundo viajero, quizás aún más.
Soy de una época en la que cuando era un niño, viajar era un lujo, un privilegio y una aventura. Sirva decir que cuando hice mi primer viaje en avión con 11 años, a mi vuelta, en el colegio me sacaron a la pizarra para que lo contara.
Cuando con también 11 años hice mi primer crucero, una travesía en aquellos inalcanzables buques, se trataba de una experiencia asociada a la exclusividad, al glamour…. Por aquel entonces, alguna de las cenas a bordo exigían una etiqueta black tie para los caballeros (literalmente, corbata negra, es decir esmoquin) y vestido de cóctel para las señoras.
Como decía uno de los jefes que tuve a lo largo de mi vida laboral, “la mitad de lo que uno es, es lo que parece“ (que cada uno valore la frase según su criterio…). Aquellas cenas en mitad de la mar y la posterior fiesta, parecían parte del decorado de una película de los años 20.
Estéticamente, estaréis de acuerdo conmigo, son más agradables a la vista unos zapatos de charol que unas sandalias masculinas (con o sin calcetines, cierre con velcro o con hebilla, da igual).
Algún tiempo después de ese primer crucero y con la experiencia de alguno más, hice justo un año después del secuestro del Achilles Lauro por el FLP, exactamente el mismo itinerario que había realizado el histórico buque. Fue y creo que seguirá siendo (aunque ya se sabe que no se puede decir “de este agua no beberé…”) mi último crucero y el mejor de mi vida.
La reducción del precio de los pasajes de barco, la enorme competencia y la facilidad tanto logística como económica que han aportado los viajes low cost, han popularizado los viajes de tal manera que más que los gigantescos barcos, hacen que los cruceros, supuestamente de descanso, parezcan centros comerciales flotantes, donde hasta casi 7.000 pasajeros atendidos por 2.300 personas de tripulación, juegan a máquinas tragaperras, comen en inmensos bufes y hacen excursiones que bien podían formar parte de alguno de los gags que contaba Gila…
Lo mismo podemos aplicar a los viajes en avión; en un Airbus 380 (tres veces más grande que una ballena azul) pueden viajar más de 500 personas, muchas de ellas con gigantescas mochilas colocadas a presión en los arcones de en cabina del avión, aplastando bolsos, abrigos y demás enseres que otros pasajeros, con anterioridad y con mimo, habíamos instalado en el mismo habitáculo.
Podemos hablar de una democratización del turismo, del viajero como especie en extinción, de la exclusividad a precio de oro (o de electricidad…)… pero también estamos asistiendo al aumento de hoteles exclusivos para adultos, de establecimientos con pocas habitaciones, amplitud de espacios y servicio exquisito, oasis en medio de las piscinas de olas, de animadores voluntariosos con las señoras que hacen acqua gym, que apenas se publicitan y desde luego no aparecen en el catálogo de grandes empresas que incluso pertenecen a la prestigiosa organización internacional de agencias de viajes Virtuoso, desde antes de nacer …
Como conclusión, y a riesgo de ser sometido a la inquisición más dura, mi parecer es que lo asequible, populariza, lo popular mata la exclusividad y el glamour y cada vez son menos y más caros los reductos, donde el silencio deja de ser vacío y ausencia y pasa a ser lujo.
Así que, en el mundo del viaje, mucho del tiempo pasado fue mejor, pero estamos convencidos de que lo mejor, está aún por venir.
Decía mi desaparecido paisano, el genial poeta Ángel González “y lo llaman porvenir porque no viene nunca”. Esperemos que en este caso, el porvenir no se descomponga en dos palabras…
2 comentarios
Me ha gustado mucho tu artículo.
Muchas gracias, Alberto. Dicen, que la mitad de lo que uno escribe es de quien lo lee. Gracias por leernos!