Aunque mi primera visita a la Costa Azul fue allá por los años 70 con mis padres, cuando verdaderamente la conocimos, fue pasando allí un par de semanas en verano dos años seguidos y algunas visitas puntuales y mas cortas, que hicimos con posterioridad.
Nuestra creciente afición por los excelentes rosados de la Denominación Côtes de Provence, ahonda gustativamente nuestro conocimiento.
La Costa Azul, forma parte de la región francesa de Provence-Alpes-Côte d’Azur, que será objeto de otros comentarios futuros en este blog.
La Costa Azul ya no es la misma. Punto de reunión de la jet set mundial desde los 50 a mediados de los 80 del pasado siglo, la entrada en escena de países con despertares económicos muy fuertes e inquietudes o gustos culturales diferentes, han modificado desgraciadamente el savoir fair, esa manera exquisita de afrontar la vida de hace años.
Lo que es un hecho, es que el glamour de esa época ha decaído, o cuanto menos ha cambiado, en la Costa Azul y en todos aquellos lugares donde ese lujo se había instalado… pero “el que tuvo retuvo” y aún quedan reductos de exquisito gusto, sobre todo si sabes apreciarlos, y que hicieron de la Costa Azul uno de los destinos más importante del mundo.
Ciudades como Aix-en-Provence y toda su comarca, así como pequeños pueblos medievales, alejados no más de media hora de la costa, siguen teniendo esa exclusividad de antaño. Entre ellos, se encuentra el que hoy es objeto de nuestra recomendación: Mougins.
En el interior, pero a tan solo unos 9 kilómetros (que se convierten en tiempo en media hora en temporada alta por el tráfico), se encuentra este precioso y tranquilo pueblo cuya historia proviene de los tiempos del Imperio Romano.
¿Pero que tiene el lugar que encandiló a Picasso, para pasar una larga temporada de su vida, llegando a morir allí en 1973 en la casa que poseía en el pueblo?
Mougins es un lugar encantador, magníficamente conservado, limpio, tranquilo… Quizás la estancia del pintor haya hecho que hoy tenga un gran número de galerías de arte y ateliers, junto a pequeñas tiendas de un gusto sobresaliente y radicalmente alejadas de la venta del souvenir típico.
No es extraño encontrar en sus patios y cafés a artistas departiendo en tertulia sobre obras y pinceles, y en la esquina menos pensada, esculturas, pinturas y cualquier otro tipo de expresión artística.
Es imprescindible perderse (es más fácil que encontrarse…) por sus calles a rebosar de flores, disfrutar de una copa de vino en alguna de sus muchas terrazas e integrarse en el silencio mientras se contemplan los colores de sus ventanas devoradas por la hiedra…
El pueblo está lleno de empinadas cuestas, pero desde el aparcamiento hay un ascensor que nos conduce a la parte alta, peatonal, para poder pasear por sus empedradas calles.
Sin duda, recomendamos pasar unos días en el magnífico Hotel Le Mas Candille.
Situado en la parte alta del pueblo, facilita el acceso andando a cafés, tiendas, museos y restaurantes y cuenta con un maravilloso Spa y un magnífico restaurante, lo que hace que podamos compaginar perfectamente días de asueto y relax con excursiones por el valle de Grasse (capital mundial del perfume….) o con la bulliciosa vida del cercano Cannes o de cualquier otro de los conocidos destinos de la Côte d’Azur (Niza, Mónaco, Antibes, Saint Tropez…).
Gastronómicamente es también un destino muy interesante. Allí regentó el afamado Roger Vergé, hasta su fallecimiento en 2015, el restaurante tres estrellas Le Moulin de Mougins. Hoy, con distinta dirección, ya no es el gran templo que fue en su día.
El pequeño pueblo tiene una notable oferta culinaria, entre la que destacaría el propio restaurante del hotel Le Mas Candille, con una deliciosa terraza sobre el valle de Grasse ideal para las noches de verano y Le Bistrot de Mougins, más sencillo pero con muy buena cocina.
En definitiva, Mougins es un destino altamente recomendable para tenerlo como base de una visita a la Costa Azul, con prácticamente todas las ventajas de Cannes mas lo que aporta el propio destino, y ninguno de sus inconvenientes.
Ah! Y si decidís ir en coche, imprescindible visitar Aix-en-Provence, y su comarca en pleno florecimiento de la lavanda, con campos y campos teñidos del precioso color de esta planta y embriagarnos con su aroma.
No sería difícil que nos encontráramos, ya que es uno de los paisajes naturales en los que Ana se integra con el entorno, y su mente y alma se fusionan mientras contempla los campos lila.
Y yo, mientras, la contemplo a ella…
A.