Decía Henry Miller, que “Nuestro destino nunca es un lugar, sino una nueva forma de ver las cosas”
Y así debe ser la experiencia de un viaje: mente abierta, mirada atenta y corazón dispuesto.
Ya nos apuntaba hace mucho riempo Mark Twain, que “Dentro de veinte años estarás más decepcionado de las cosas que no hiciste que de las que hiciste. Así que desata amarras y navega alejándote de los puertos conocidos. Aprovecha los vientos alisios en tus velas. Explora. Sueña. Descubre”.
Es difícil tener una aventura, descubrir nuevos territorios, en el trayecto del sofá al cuarto de baño (no descartemos nada del todo…).
Vivimos en un mundo maravilloso lleno de belleza, encanto y sorpresas. No hay un límite para las emociones, siempre y cuando las busquemos con el corazón abierto. No viajemos por senderos marcados, salgamos de ellos y dejemos una nueva huella, propia, fuera del camino.
Es un momento complicado para viajar. Pero convirtamos las dificultades en ventajas. Ana y yo hemos visitado la Alhambra este año como nunca podíamos haber imaginado. Estar solos en el Patio de los Leones fue una experiencia, probablemente irrepetible.
Entendemos el miedo, el reparo, pero como dijo Lao Tzu, “Un viaje de mil millas ha de comenzar con un simple paso”. Atrevámonos a dar ese primer paso y con prudencia y todas las medidas de seguridad, empecemos a recorrer esa primera milla. Viajar y cambiar de lugar revitaliza la mente, y eso, en un momento como el que nos está tocando vivir, es absolutamente necesario.
Viajar es de las pocas cosas (si no la única) que pagas y te hace más rico. El desaparecido Manu Leguineche, viajero experimentado, nos decía en uno de sus maravillosos libros de viajes que “El camino más corto para conocerse a sí mismo, es dar la vuelta al mundo”. Tener el tiempo en soledad, en compañía, para reflexionar, para estar con uno mismo mientras se contempla la cordillera del Himalaya o se toma un cafe en una terraza de la Rive Gauche parisina, lejos de nuestro sofá habitual, nos aporta un nuevo sentido a nuestra vida.
Un viejo proverbio árabe, nos dice que “Quien vive ve mucho. Quien viaja ve más”. La vida puede ser una aventura emocionante, o una tarde de sábado apoltronado en un sofá. En nuestra mano está que sea una u otra!
Terminamos la entrada y el año, con dos textos que llevamos muy dentro desde hace muchos años. El primero, es de Hunter S. Thompson:
“La vida no debería ser un viaje hacia la tumba con la intención de llegar a salvo con un cuerpo bonito y bien conservado, sino más bien llegar derrapando de lado, entre una nube de humo, completamente desgastado y destrozado, y proclamar en voz alta: ¡Uf! ¡Vaya viajecito!”
Y el segundo, en la mesilla de noche de nuestros corazones como guía, y haciendo nuestra cada palabra, cada linea de este increíble y ya publicado aquí, poema del griego Cavafis (agradezco a mi buen amigo Pepe que este pasado verano lo recitara en la cubierta del catamarán en el que viajaba, al grupo de amigos, compañeros de travesía con los que navegaba por las islas griegas):
Ítaca
Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.
Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.
Ten siempre a Ítaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Ítaca te enriquezca.
Ítaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Ítacas.
Nuestros mejores deseos para el próximo año. Que la salud nos permita realizar muchas singladuras!
Feliz y viajero 2022.
Ana y Alci
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