Un viaje en AVE, cunde. Disculpadme por esta reflexión a modo de diatriba contra la estupidez, borreguismo y demás cualidades que atesora el imbécil (según la RAE, quien es poco inteligente o se comporta con poca inteligencia).
Ejemplo esclarecedor e ilustrativo, el personaje que aparece en la fotografía (¿dónde venderán esas gorras?) que encabeza este escrito: sin comentarios.
Pero lo que me ha impulsado a hacer un post dedicado a tan poca enriquecedora característica, es la creciente costumbre de cambiar la forma de decir las cosas, que por otra parte, todos entendíamos.
Os habréis dado cuenta que ya no se valora, se “pone en valor”; no se adquiere poder, se “empodera”; las bombas han dejado de explotar, ahora “explosionan”….
Si a esto, unimos la miríada de frases hechas que se ponen de moda y aparecen, soltadas al tuntún, en cualquier lugar de cualquier frase, el panorama es desolador: las personas se instalan en su “zona de confort” permanentemente, es decir “24/7”, como si siguieran comprando con las “antiguas pesetas” (¿las hay modernas?), tan contentos porque son “amigos de sus amigos” (intentaron serlo de sus enemigos pero no cuajó) y encantados de ser “ciudadanos del mundo”, e te ce, e te ce (así, deletreando al hablar, como si fueran be o be o ese).
Y la cruel dictadura de la mayoría, consigue por casi abrumador consenso que nuestra permisiva Real Academia de la Lengua olvide, o malentienda su lema “limpia, fija y da esplendor” y admita como correctas lo que hasta entonces eran andanadas contra la línea de flotación de nuestro idioma. Sirvan como suficientemente ilustrativos los ya correctos vocablos: “asin”, “almondiga” (desde el siglo XVIII en nuestro diccionario oficial, aunque los académicos desaconsejan su uso), “palabro” (ya que estamos), “conceto”, “otubre”, “arrascarse”, “Jose” (¿para cuando Míguel?) y un largo etcétera.
¡Esto es lo que hay!… ¡Ah! Y no se os olvide “agendar” todo esto de forma correcta.
¿Si, o qué?