Aprovechando la buena climatología, hemos cruzado el canal hasta Ibiza. Tras haber hecho acopio de gildas en La Rosa, en Palma, nos despedimos con una estupenda cena en Sa Roqueta, en Portixol.
El restaurante de Toni es un valor seguro, con ambiente muy nacional y eso si, precios que están empezando a dispararse más de lo que debieran, aunque la calidad es, sin duda, excelente. Tomamos una gambas rojas buenas, que bajo nuestro punto de vista o desvirtúa o esconde con ajo. Salvo las de calibre pequeño hechas al ajillo, creo que es el único sitio de España donde el ajo esta presente en una pieza a la plancha de ese tamaño.
Seguimos con un clásico, los garbanzos con calamares, siempre al punto y muy ricos, y terminamos con un besugo para los cuatro, imponente.
No quiero dejar de recalcar que es uno de nuestros lugares favoritos en la isla, pero entre la subida generalizada del precio de los vinos (a un alemán, quizás pagar 40 euros por un tinto correcto, le parece barato…) y el incremento en el de los platos, nos parece que está entrando en un terreno complicado.
Pasamos un par de días idílicos fondeados en Potals Vells. Aunque con más gente de la esperada dadas las circunstancias, la noche quedó tranquila y el agua era un espectáculo de trasparencia y de vida del que costaba salir.
Hicimos una travesía a Ibiza, que recordaremos sobre todo por las dos horas finales, navegando a vela, con un viento perfecto y las expertas manos de nuestro Capitán y amigo, Juan, que nos permitieron disfrutar del sonido del velero deslizándose por el mar.
En unas siete horas, estábamos fondeando en Cala Portinatx al norte de Ibiza.
Ahí llegó la primera sorpresa. Habiendo visto no más de dos o tres barcos en la travesía, nos encontramos con una Ibiza mucho más llena de lo esperado y en un alto porcentaje con pabellón español (cosa muy extraña en el agosto balear) y la mayoría procedente del Levante español, que imaginamos pensaron, como nosotros, que este podía ser el año para navegar en una siempre atestada isla.
Íbamos con la idea de cenar con nuestros pies descalzos, en la arena del chiringuito de Cala Xuclar, un lugar pequeño, encantador y no demasiado concurrido con una buena oferta de pescados. Nuestra decepción fue mayúscula, cuando al llamarles nos cuentan que están con problemas con Medio Ambiente y que están a la espera de que les concedan la licencia, tras cuarenta años instalados allí!
La política siempre colaborando para que un año tan nefasto como este, la hostelería se recupere cuanto antes. En fin…
Cenamos en Portinaxt en ReBrots, restaurante de los mismos propietarios que el chiringuito, y desde luego una muy buena opción. Una carta con tapas muy acertadas (estupendo ceviche, tataki correcto y muy buenas gambitaa rojas al ajillo) y con pescados del dia como principales tomamos lubina de estero a la plancha acompañadas de unas patatas chip caseras espectaculares.
Al día siguiente, nos esperaba Binirrás, famosa por sus atardeceres espectaculares y por la fiesta hippy de tambores que se celebraba los domingos y cancelada este año por la pandemia. Nosotros tuvimos oportunidad de verla hace algunos años y, cuanto menos, es curiosa.
La cena, en el barco, un deleite para todos los sentidos…
Ayer, siguiendo nuestra ruta por la costa oeste de la isla pitiusa, recalamos en Cala Bassa para pasar el día y la noche. Desembarcamos para cenar en CBBC (Cala Bassa Beach Club), conocido por ser uno de los lugares favoritos de Eugenia Martínez de Irujo. Dejaremos que siga siendo el suyo, ya que el nuestro, no lo será. Salvo la localización, y el personal que nos atendió, el resto, comida y precios fuera de lugar, sin mas comentarios.
Hoy, si la climatología lo permite, Cala D’Hort.
Continuará…