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Florencia

Recuerdo perfectamente la primera vez que estuve en Florencia. Tenía 11 años e iba con mis padres y mis padrinos. Era Semana Santa y mi familia comentaba lo llena que estaba la ciudad de gente. Probablemente hoy, nos resultaría delicioso caminar por sus calles con el número de personas de entonces!

Tengo, sobre todo, dos recuerdos: lo pequeño que me sentí en la Plaza de la Signoria y la fascinación que ejerció en mi, el conjunto arquitectónico de la Plaza del Duomo (catedral, baptisterio y torre del campanario) que me pareció un decorado de cartón piedra. Cada vez que vuelvo, me lo sigue pareciendo!
Y el segundo recuerdo, la indignación de mi padre al ver el importe en la cuenta por 4 cafés y un vaso de agua tomados en una terraza, que aún existe: 200 pesetas por café (en el centro de Madrid podría haber costado 50), y, 25 pesetas por mi vaso de agua del grifo!, esto fue lo que peor le pareció. A estos primeros recuerdos se han unido, a lo largo de los años, muchos más.

Florencia me enganchó desde aquella primera vez. Transmití a Ana el mismo sentimiento. Y aunque vamos con asiduidad, no solo no nos cansa, si no que nos atrapa cada vez más.

El escritor francés  conocido por su seudónimo, Stendhal, describió en uno de sus libros lo que le había sucedido visitándola:

“Había llegado a ese grado de emoción en el que se tropiezan las sensaciones celestes dadas por las Bellas Artes y los sentimientos apasionados. Saliendo de Santa Croce, me latía el corazón, la vida estaba agotada en mí, andaba con miedo a caerme“.

Años más tarde, la psiquiatría denominó Síndrome de Stendhal a ese tipo de reacciones cuando el individuo se expone a obras de arte, especialmente cuando estas son particularmente bellas o se muestran en gran número en un mismo lugar.

Aún no hemos llegado a tanto, pero somos firmes candidatos!

Florencia es un museo en si misma. No  tan caótica como las ciudades del sur del país, pero existe una confusión permanente …hasta  que te haces parte de ella.

Al margen de todos los lugares turísticos que visitamos cada vez que vamos, existe otra Florencia en esas mismas calles. Basta con dejar, por ejemplo, Vía Tornabuoni y sus boutiques de lujo internacionales, por cualquiera de las callejuelas que las cruzan, para que el decorado cambie sustancialmente. Sigue habiendo turistas, pero menos, tiendas internacionales, pero menos, y comienza a aparecer la vida cotidiana.

Pequeños negocios de artesanos (guantes, zapatillas cosidas puntada a puntada con forro de cashemere, zapateros), se mezclan con sastrerías  que nos recuerdan, aunque a mucho menor escala, el municipio cuna de la sastrería mundial, Castelnuovo di Napoli, con pequeñas osterias y trattorias donde los locales apuran el último sorbo de café, tras haber dado buena cuenta de un plato de pasta casera, unas albondigas o, si había poco tiempo, un panino (versión italiana del bocadillo).

Florencia hay que vivirla, hay que sentirla, hay que pasearla; esto, es obligatorio si no queremos sufrir un ataque de nervios conduciendo por la ciudad. Recuerdo uno de nuestros viajes en el que llegamos en coche y nos dirigíamos a nuestro alojamiento habitual en Via Tornabuoni. En Florencia (diría que en Italia…) tienen la costumbre, cuyo objetivo desconozco, de cada cierto tiempo, no mucho, cambiar el sentido de la mayoría de las calles, de convertir algunas en peatonales y de las que lo eran, abrir al tráfico alguna.
Aunque conocemos bien el camino, pronto nos dimos cuenta de que nos había tocado cambio, y pusimos el destino en el navegador, que naturalmente no estaba actualizado con las modificaciones. Acabamos delante del Duomo, sin poder avanzar ni retroceder, ante las miradas atónitas de la multitud de peatones, que veían invadido su, ya de por sí, abarrotado espacio. La experiencia termino, con unos amables carabinieri que, no exentos de cierto cachondeo ante la situación, nos abrieron camino con su coche.

Florencia no merece una visita, merece varias. No merece buscar en internet  “Las 10 cosas que no podemos dejar de ver en Florencia “, y seguirlo a rajatabla, merece ir encontrándolas. No merece prisa, merece pausa para tomar un ristretto o un macchiato en algún rincón o un aperitivo vespertino en el Rivera, a la orilla del Arno. No merece caminar con grandes zancadas para que no nos cierren L’Accademia, merece llegar con tiempo y sentarse a contemplar (no a ver) una de las obras de arte más bellas que un ser humano haya creado: el David de Miguel Ángel y sus perfectas desproporciones. No merece agotar la memoria de nuestro smart phone con el enésimo selfi en el Ponte Vecchio, merece cruzarlo y ascender hasta la Piazzale Michelangelo para ver como se pone el sol sobre las cúpulas y tejados de la ciudad…

Poco a poco iremos desgranando nuestros lugares  favoritos del que es, sin ninguna duda, uno de nuestros rincones en el mundo.

 

 

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2 comentarios

  1. Queridos Ana y Alcis:

    Comparto vuestro cariño por Florencia. He acudido en cuatro ocasiones: siempre con mi esposa y, en la última ocasión, con nuestros dos hijos adolescentes, en aquel entonces, hace ya unos cinco años (cómo corre el tiempo). Siempre he dicho que, «si me pierdo», que me vayan a buscar a Florencia.
    Para los amantes del arte y de la sensibilidad tomada a sorbos, Florencia es el lugar, no hay que buscar más. Sólo se necesita paciencia y tener los ojos y la mente bien abiertos, para llenarse de gratas sensaciones que nos depararán un sublime goce y una fragancia de paz.
    Por supuesto, comprendí perfectamente al autor de «Rojo y negro» y «La cartuja de Parma»; afortunadamente no llegué al extremo de sus síntomas.
    Florencia, Roma y Venecia son ciudades para perderse entre sus callejuelas, mientras, de soslayo, contemplas la cara de satisfacción de la persona a quien amas.

    1. Querido Fernando:
      En primer lugar, agradecer tus paseos por nuestros rincones. Es un placer ver que lo que plasmamos en estas hojas virtuales, es capaz de trasladar, aunque sea un poquito, nuestras emociones y evocar recuerdos a quien las lee.
      Agradecemos también tu comentario con tus sensaciones personales que no vienen sino a enriquecer la vision de Florencia. El objetivo último de este blog, es provocar el interés por experimentar personalmente lo leído.
      Te invitamos a que nos sigas acompañando… en breve, publicaremos en un segundo post de la capital toscana algunos de nuestros lugares favoritos. Si entre tanto tienes la fortuna de volver allí, no dudes en contactar con nosotros.
      Gracias y hasta pronto.

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