Las Islas Pitiusas: Ibiza y Formentera.
Y además, un puñado de islotes entre los que destaca Espalmador por su belleza y situación y además el más conocido y mágico Es Vedrá, con sus mitos y leyendas y su fama de centro catalizador de energías. Se dice que esta majestuosa roca, forma parte del llamado Triángulo del Silencio, una zona que dibujando esa figura geométrica, junto con el peñón de Ifach (en Calpe, Alicante) y la costa suroeste de Mallorca, está bendecida por la magia al igual que el Triángulo de las Bermudas, y en la que los barcos y los sistemas de navegación sufren extrañas interferencias (también alguna mujer que conozco bien).
Los griegos llamaron Pitiusas a las islas de Ibiza y Formentera debido al elevado número de pinos que poblaban la superficie del territorio (Pitiusas viene de pitys, pino en griego).
Así las diferenciaron del resto de islas que hoy conforman Baleares y a las que llamaron Islas Gimnesias: Mallorca, Menorca, Cabrera e islotes menores (del griego degymnós, que significa desnudo, puesto que el equipamiento militar de los habitantes de Mallorca y Menorca era, según los griegos, muy escaso).
Vayamos a la actualidad.
Mucha más gente y de muchos países, más barcos y, seguramente menos pinos. Tanto Ibiza como Formentera se han convertido en el paradigma del lujo, eso sí, de lujos muy distintos.
En Ibiza conviven el lujo discreto con otro completamente exhibicionista que en muchos casos roza el mal gusto y en ocasiones, lo supera con creces. También conviven, no sin problemas, la tranquilidad y el exceso…
Lo cierto es que los responsables de decidir hacia dónde irían los esfuerzos dirigidos a la captación de visitantes, apostaron por ofrecer lujo. Hay que reconocer que les salió, hasta ahora, muy bien. Pero por el camino se llevaron por delante, a un turismo familiar medio y fiel, incapaz de asumir el precio del nuevo estatus de la isla.
Cifras al margen, esta isla bendecida por la mano de Dios, es un auténtico paraíso. La conocemos muy bien, sobre todo desde el mar, y uno, no se cansa de sus aguas transparentes y templadas, sus calas, sus pinos, su aroma….
El ocio de lujo también ha tomado posesión de la noche ibicenca, los megayates de los amarres del puerto, y las tiendas de marcas top y de las que pretenden serlo, de los mejores locales comerciales. Ibiza incluso alardeaba hasta hace muy poco de tener “el restaurante mas caro del mundo”, Sublimotion, en uno de los hoteles del grupo del sector. Este año, fué desbancado por una experiencia gastronómica (ahora no comemos, experimentamos!) de Quique Dacosta en su restaurante de Denia junto con la marca Dom Perignom, que alcanzó el precio de 2.000 € por persona… alguien da más?
En el restaurante ibicenco, tan solo 12 comensales sentados en la misma mesa, pueden disfrutar de lo que ellos mismos denominan alta cocina mediterránea, con elaboraciones creativas, tecnología de realidad virtual y proyecciones inmersivas. No hay estrellas Michelin ni se las espera. Su atractivo: poder (y querer) pagar su increíble precio.
Aqui, voy a hacer un paréntesis para contaros una historia de la que hemos hecho partícipe a muy pocas personas. Aquí va:
Calculo, no sé la fecha exacta, sería por el 2012, cuando se pone en contacto conmigo una empresa que optaba a quedarse con el proyecto de expansión del grupo de la familia Matutes, de expansión del concepto “Hotel de lujo con actuaciones de los mejores dj’s, ofreciendo un ambiente fiestero durante todo el día en un entorno y con un servicio de primer nivel”.
La fórmula la tenían, al menos inicialmente, clara: traer a Ibiza inversores muy selectos de todo el mundo para conseguir socios sólidos económica y socialmente (se hablaba por aquel entonces, de que uno de los primeros en venir sería Michael Jordan, al que se le pensaba preparar un tee de golf en la popa de un yate para que, en alta mar, pudiera practicar su deporte favorito). Además de la prestación económica y comercial se había pensado incluir una propuesta gastronómica única, basada en los cuatro elementos (aire, tierra, agua y fuego) y en los 5 continentes.
Aquí es donde una de las agencias a las que se les pide oferta para este proyecto, se pone en contacto con nosotros para pedirnos consejo sobre el quién y el cómo de esta oferta gastronómica.
Me pongo en contacto con un estrellado cocinero asturiano, quien tras una larga charla, decide que prefiere no participar por distancia geográfica y las dificultades de control que se derivarían. Como existía confianza entre nosotros, le pido su opinión sobre quienes consideraba él, que podrían acometer este proyecto con garantías. Me da una terna de chefs y decido llamar a Paco Roncero, que por aquella época ostentaba 2 estrellas Michelin en la Terraza del Casino de Madrid y con quien sólo había hablado un par de veces.
Encantado con el proyecto, le pido una propuesta de cómo lo enfocaría y estructuraría. Paralelamente, y con el sabio consejo de mi buen amigo Luis García de la Navarra, contacto con uno de los sumilleres que me aconseja.
Qué cual fue el resultado? Pues que parece que el proyecto o se abandonó o se pospuso, La empresa que me contactó, obviamente no consiguió el proyecto y Paco Roncero, de quien no he vuelto a saber nada (tenía mi mail y mi móvil), regenta el restaurante más caro del mundo en Madrid y abre sucursal en Dubái.
En este mundo, hay tres tipos de personas, las que saben contar y las que no!
