Puedo resistirlo todo.
Un baile insinuante, la visión de tu piel. Hasta su roce.
Puedo resistir tu boca con promesas de paraísos.
Y hasta tu mano encima de la mía atrayéndome hacia ti.
Puedo resistir tu voz diciendo ven, tu cuerpo diciendo quédate.
Pero nunca, nunca, podría resistir tu mirada.
De «Ojalá lo pretendieras», un libro inexistente con dedicatoria personal.
Quererte no es la consecuencia. Es la causa de todo.
A.