Málaga es una ciudad privilegiada por varias razones. Por su excepcional clima durante todo el año (si, de acuerdo, esos pocos días de bochorno húmedo estival sobran, pero qué hay más aburrido que la perfección?), su oferta cultural, su mirada al mar, porque sus habitantes viven la calle con una alegría inusitada, por su pasado multicultural que le hace tener un presente tolerante…
Curiosamente, esas ganas de terrazas, esa demanda por parte tanto del malagueño como del turista de restaurantes, no se ve acompañada por una oferta gastronómica de excesiva calidad.
Por supuesto que no me olvido de ese puñado de restaurantes y chiringuitos centrados en pescado, marisco y frituras, donde prima un producto excepcional. Pero, con el riesgo que supone generalizar, la sensación de “vale casi todo” traducida en una oferta de batalla, está presente.
Por eso, cuando nos encontramos ante un nuevo tipo de cocineros que asumen un poquito de riesgo con criterio, se agradece.
Resulta chocante como apellidan como “gastronómico” a los restaurantes que intentan salirse de lo habitual, por mínimamente que sea. Gastronomía es, por definición de la RAE, “el arte de preparar una buena comida”, lo que diría muy poco del resto de restaurantes sin esa coletilla (es terrible el uso incorrecto de muchas palabras, la osadía con la que se usan y lo peor, que acaban quedándose con el significado erróneo como bueno…).
Pues bien, el que hoy nos ocupa, La Cosmopolita, podemos denominarlo gastronómico sin atentar contra el diccionario.
Situado en un rincón entre las estrechas calles del centro histórico de Málaga, llama la atención su coqueta terraza. Pocas mesas crean un entorno agradable incluso en invierno: con un par de estufas estratégicamente situadas, consiguen dar un ambiente cálido, lo que permite comer o cenar al aire libre durante prácticamente todo el año (los que vivimos en tierras húmedas y frías, apreciamos ese privilegiado sobremanera!).
Autodenominado Casa de Comidas, hacen una declaración de intenciones que nos puede dar una idea clara de lo que podemos esperar de su cocina:
“Somos cultura de guiso, de tradición culinaria.
Somos cultura de territorio, malagueño y andaluz.
Somos cultura de producto, local y de temporada.”
La carta es sencilla y corta, con mucho ingrediente de temporada en sus platos. Tenemos que conseguir volver a la cocina de mercado, independientemente de una elaboración más o menos complicada. El sabor de un producto en su momento idóneo, debería primar por encima de intereses de explotación y comerciales. Alcachofas todo el año, melocotones en invierno, calamar de potera en enero, son solo tres ejemplos de lo que cada vez es más habitual en restaurantes y mercados.
Siempre defenderemos desde este blog esta postura.
El cocinero, Dani Carnero, basa su carta en esos dos conceptos, con platos que van cambiando y adaptándose a cada época del año: ensaladilla rusa riquísima, casi desecha y con unos taquitos de jamón por encima de la sabrosa mayonesa (esta provincia tiene devoción por la ensaladilla rusa!. Y nosotros también!); gambas de cristal con yema de huevo, terminadas en la mesa con delicadeza extrema; buen atún en temporada; chuletitas de chivo al ajillo; unos más que correctos callos; ostras….
La carta de vinos está estructurada de forma muy correcta y con variedad. El San Román de nuestra última visita, es buena prueba de ello.
En definitiva, carta variada, elaboraciones cuidadas y presentación y servicio a la altura, consiguen que este restaurante sea una de las mejores opciones en la ciudad andaluza.