Es complicado reservar en MQ. Al innegable éxito que los hermanos Nicanor y Marcos Martin Quiroga han conseguido en su restaurante, se une que tiene, y no es una forma de hablar, cuatro mesas y algún servicio de barra.
Y en qué se fundamenta este logro? Pues en unas premisas tan elementales como complicadas de conseguir: una cocina sencilla y sabrosa sobre la base de la dignificación de productos de calidad y asequibles y un servicio cercano, agradable, y que ayuda a confeccionar un menú equilibrado en sabor y cantidad.
En la casa de Irlanda donde pasé algunos veranos de mi infancia y adolescencia, había en una de las paredes del hall de entrada, un bordado enmarcado en el que se leía la siguiente frase:
”Hacer fácil lo que otros encuentran difícil, es talento.
Hacer lo que los que tienen talento encuentran imposible, es genio”
Es innegable que los hermanos Martin Quiroga, han tenido el talento suficiente para poner en práctica en su restaurante, conceptos básicos que forman parte del “abc” del éxito de un negocio de hostelería.
Era la tercera vez que íbamos y no por falta de ganas! Cuando vamos a Valladolid, nunca lo planificamos con el tiempo suficiente para encontrar mesa en este pequeño y deseado restaurante, pero esta vez, la gestión de nuestra querida amiga Puri Palmero, hizo posible que cenáramos allí.
La carta, como siempre, cantada. Bastantes platos de los habituales pero con algunas novedades reseñables. Algunos de sus detractores, que también los hay, les achacan esto como un defecto. En nuestra opinión, por qué cambiar platos que funcionan, son demandados e incluso son ya emblemáticos? Hombre, si vas a comer con muchísima frecuencia, quizás puede resultarte repetitiva, pero eso te pasará en MQ y en cualquier restaurante. Para el resto, la oferta es lo suficientemente extensa para ir bastantes veces y no tener que repetir.
Tras este preámbulo, vamos a nuestra cena. Con la ayuda de Marcos, sobre todo convirtiendo en medias raciones los tres entrantes que habíamos elegido y que a todas luces, según pudimos comprobar después, hubiera resultado exagerado, nuestra cena comenzó con uno de sus clásicos, el carpaccio de gamba blanca, sabrosísimo y en el que la pimienta, y coincidimos plenamente Ana y yo, realza y alegra el plato.
La segunda entrada, una palometa escabechada estupenda. Para nuestro gusto, que reconocemos que puede convertir el plato en difícil, mas vinagre lo habría elevado a los altares! Pero, aunque a nosotros nos gustan los escabeches fuertes, el plato estaba perfectamente equilibrado y muy sabroso.
Sobre el último entrante, caracoles, debería escribir Ana, ya que no son santo de mi devoción y comí solo media docena. Pero sigo yo en el teclado porque ella continúa chupándose los dedos…
Como plato principal, tomamos un lomo del otrora denostado y humilde chicharro, limpio sin espinas, con ajos y patatas panaderas, para mí, el mejor plato de toda la cena (Ana me dice que me contestará cuando termine los caracoles…).
El tiramisú con el que cerramos la cena, no pasará a los anales de la historia.
Un Naia sobre lías fue la compañía perfecta para una velada gastronómica estupenda en todos los aspectos, incluida una relación calidad/precio muy aquilatada.
Volveremos a vernos pronto!