,Como decíamos ayer…
Llevábamos tiempo planeando una escapada a Viena, pero por una cosa o por otra, siempre aparecía algún destino que se interponía entre el deseo y la ciudad.
Conocíamos ya los otros dos vértices del triángulo Praga-Budapest-Viena y teníamos la equivocada (como después comprobaríamos) sensación de que nos iba a decepcionar. Pero, por fin, en uno de nuestros recurrentes viajes de enero, decidimos pasar unos días en la ciudad imperial.
Llegamos, como no, con frío! Qué otra cosa podíamos esperar? Pues que estuviera acompañado de nieve, como así fue, lo que convertía a la ciudad en una preciosa postal navideña, aunque estas fiestas estuvieran recién terminadas.
Llegamos a última hora de la tarde y fuimos directamente al alojamiento escogido, el Hotel Sans Souci, una perfecta simbiosis entre el clasicismo que se espera en Viena y el diseño de YOO, el equipo creativo del famoso diseñador Philippe Starck y el visionario promotor inmobiliario John Hitchcox. Fue una de esas veces en la que nos costó decidir dónde nos alojaríamos pero que quedamos plenamente satisfechos, y no sólo con las instalaciones y la estupenda habitación que nos asignaron, si no también con el amistoso y solícito personal, tratando de agradar y consiguiéndolo durante toda nuestra estancia.
Como era relativamente tarde para cenar (las 8…), estábamos cansados y hacía un frio que
pelaba, decidimos cenar en el restaurante Veranda, en el hotel, donde tomamos nuestro primer Wiener Schnitzel (escalope vienés), que por cierto, fue de los mejores, sino el mejor, de los que probamos.
El día siguiente nos despertó un espléndido sol, que nos permitió pese a las bajas temperaturas, hacer lo que más nos gusta, que no es otra cosa que pasear con un destino más o menos definido, que va variando con el devenir de las calles, los acontecimientos…
Nos dirigimos a través de soberbios jardines y escoltados por majestuosos edificios, hacia la impresionante catedral de San Stephan, en la plaza del mismo nombre. Es el epicentro geográfico, social y comercial de la ciudad. Es absolutamente imperdonable no tomar el aperitivo o comer, en la terraza acristalada del hotel Do&Co, con unas vistas sobre la plaza y la propia catedral, espectaculares!
La ópera de Viena…no habíamos pensado en ir, pero claro, estando allí delante de uno de los grandes templos del bel canto, intentamos conseguir entradas, pero fue imposible. Lección aprendida para la próxima vez.
El palacio Belvedere merecería una visita, solamente por admirar El Beso de Gustav Klimt, pero tiene colecciones itinerantes muy interesante, y el palacio y sus jardines son esencia de Viena.
Volviendo al centro, muy interesante para un buen aperitivo con extensa y bien seleccionada carta de vinos, Wine & Co.
Paseando por la calle comercial mas importante (Kohlmarkt), entramos en una tienda de ropa,
Haemmerje. El manager de la cadena de tiendas, es un amable y cordial malagueño, Sergio Peña Gavira, que nos invita a una copa de champán en la 1ª planta, en una de las pocas terrazas de la calle, con unas situación y vistas espectaculares. Muy agradable. Nos aconseja lugar de cena, y nos hace, incluso la reserva.
El restaurante, SPELUNKE , resultó ser la mejor cena del viaje.
Empezamos compartiendo una fritura de pescaditos magnífica. Ana continuó con pechuga de pollo a la brasa acompañada de riquísima ensalada y yo me decanté por una hamburguesa con salsa de trufa excelente en sabor y punto.
Lugar moderno con ambiente joven y música. A las 22:00, apagan de pronto la luz para volver a encenderla pero esta vez mucho más tenue, transformándolo en un local de copas. Situados en una mesa estupenda por la mediación de Sérgio, nos atiende un camarero nacido en Viena pero de padre gijonés y madre mitad vienesa mitad rusa, amabilísimo!. Nos insistió para que probáramos una fantastica tarta Sacher. Restaurante más que recomendable!
El último dia en la capital austriaca, fue muy intenso
Comenzamos temprano visitando el imponente Palacio Imperial de Hofburg, el Palacio más
grande de Viena. Fue la residencia de la mayor parte de la realeza austriaca, especialmente de la dinastía de los Habsburgo, y de los emperadores del Imperio austrohúngaro. Actualmente reside allí el presidente de la república. Espectacular, casi tanto como el frio que pasamos!
Buen nivel de vinotecas en la ciudad. Una más a tener en cuenta: Julius Meinl. Las salchichas estaban deliciosas
Imprescindible la visita a la Biblioteca Publica.
Terminamos nuestro viaje con decepción gastronómica, el restaurante italiano Fabios, una estrella y el local mas cool de Viena. Lleno, impersonal, con una decoración muy fría y la comida nada del otro mundo. Con una zona de copas mucho mas apetecible, quizás hubiésemos salido con una sensación distinta, pero no nos quedamos ya que nuestro avión salía muy temprano.
En resumen, Viena es una ciudad bonita, majestuosa, una especie de Paris pequeño que merece mucho la pena conocer. Perfecta para, cuando nos dejen, pasar un fin de semana largo.
Nosotros, tenemos que volver, porque aunque sí vimos el Danubio de color azul (dicen que solo los enamorados lo ven de ese color), me quedé con las ganas de sacar a Ana a bailar un vals…
A.
