Cada vez soportamos menos que traten de engañarnos. Probablemente la edad (en mi caso; Ana se lo puede permitir…) me haya vuelto más intransigente y hay determinadas cosas que me alteran y no las paso.
Para quienes no nos conozcan personalmente, tenemos un carácter alegre, afable, divertido y conciliador. No nos gusta discutir lo que se puede conversar y aceptamos los errores con tanta facilidad como los cometemos, pero que traten de engañarnos y que nos vean con cara de tontos o como tales, nos exaspera!
Y así, con mayor o menor frecuencia, nos encontramos con productos que aparecen como exclusivo y exquisito reclamo (sin serlo) para un cliente que en muchos casos ni tiene información ni ganas de adquirirla.
Pero para muestra, varios botones.
El buey. Cuanta vaca vieja (y a veces ni siquiera vieja…) se habrá comido en este país, ofertada, pedida y pagada como si fuera vacuno macho castrado de más de cuatro años? Me arriesgo a decir que, en los últimos diez años, mas del 90%. Si, tan escandaloso.
No ha habido bueyes en España para abastecer todo lo ofrecido como tal, ni por asomo. Fijémonos en el precio y hagámonos la pregunta de si hemos comido buey o vaca: un kilo de buey ronda los 85/90 euros y el de vaca vieja madurada con un tiempo de cámara de unos 30 días, alrededor de 25 euros… es sencillo ver la gran diferencia entre uno y otro, y más aún en un restaurante.
Para otra ocasión dejaremos a los Kobe, Wagyu, etc. que toman cerveza y escuchan música clasica. Un timo elegante!
Los productos ibéricos. Los que tal apelación ostentan, son los que proceden de cerdos con al menos el 50% de su porcentaje genético correspondiente a la raza porcina ibérica. Y punto. Ni bellota, ni recebo, ni nada más!
Y …el otro 50%? El duroc es la única raza cuyo cruce con ibérico se permite dentro de la Norma de Calidad del ibérico (R.D. 1469/2007, de 2 de noviembre), hasta en un 50% de sangre y siempre por vía paterna.
Y al amparo de esa denominación, algunos aprovechan marcando productos normales como si fueran bellota. En este caso importa más lo que comen que lo que son.
El último ejemplo que exponemos, nos toca muy de cerca por nuestra procedencia asturiana: el calamar de potera.
Son muchos los restaurantes (en Madrid, más que habitual) que tienen en su carta, durante todo el año, y transcribo textual, el calamar fresco de potera. La potera es un instrumento de pesca, fabricado muchas veces por los propios pescadores, con el que los calamares se capturan con anzuelo por los tentáculos y uno a uno, llegando vivos a la embarcación y sin ningún desperfecto. Se pescan sólo en su periodo de apareamiento (de agosto a noviembre) momento en el que sus órganos y carne sufren una transformación que marca su diferencia en su textura y sabor.
El resto del año se pescan por arrastre, llenándose de fango y deteriorados por su roce contra el fondo marino y, por supuesto, llegan al barco muertos.
Ni que decir tiene que son absolutamente diferentes en todo, incluido su precio: el de potera duplica al de arrastre y parece que las ganancias de algunos establecimientos, también.
Somos unos fervientes defensores de la calidad, creemos que lo bueno hay que pagarlo. Pero también pensamos que la honestidad debe estar presente en lo que se ofrece y no engañar al cliente con falsedades. Quizás las autoridades debieran vigilar este tipo de prácticas.
Por cierto, hace unos cuantos años en el restaurante de un reputado hotel de lujo de Lanzarote en pleno mes de agosto, trataron por todos los medios de convencernos de que las angulas del cantábrico que ofrecían en su carta, eran frescas. La temporada de este exquisito manjar, va de octubre a marzo…
4 comentarios
Este artículo me ha gustado mucho, Alci. Es bueno que personas entendidas como tú denuncien este tipo de prácticas.
Gracias por tu comentario, Pepe.
Creo incluso que debería haber algún tipo de regulación para que estas prácticas tan habituales desaparecieran. Ahora, puedes poner en la carta lo que quieras que, como en otras muchas cosas, no pasa nada
Totalmente de acuerdo!! No soporto que me intenten engañar!! La excelencia la pago como debo pero lo mediocre tambien. Un abrazo para los dos!
Muchas gracias por tu comentario, Nuria. Así es, desgraciadamente el “vale todo” se produce con mucha más frecuencia de lo que debería. Los propios clientes deberíamos denunciar este tipo de prácticas