Es especial. Todo lo que pasa y hay en esta finca, es especial. Un riachuelo, un amanecer, la puesta de sol, los olores y aromas; hasta el tiempo pasa de una forma distinta, deteniéndose a veces, siendo fugaz otras.
Para Ana y para mi, ir a Mora es sinónimo de amistad, de tranquilidad, de naturaleza, de desconexión con el mundo, de descanso…
Con esto último no estará de acuerdo, por esta vez, nuestro amigo Fernando, porque quien piense que una vendimia es sólo recoger la uva, está muy equivocado!
Desde que las uvas se recogen y llegan a la bodega, no pasan más de quince minutos, algo determinante en la elaboración. Manualmente se apartan los racimos no adecuados y pasan a la despalilladora, donde se separan las uvas del resto del racimo y se hace también el estrujado, que rompe el hollejo (piel) de la uva y permite la salida del jugo. El estrujado no puede ser demasiado fuerte, pues si se rompieran las semillas, podrían amargar el caldo.
Ese jugo, pasa a unos depósitos donde se mantiene a temperatura controlada unos días para permitir la fermentación alcohólica, que transforma el azúcar de las uvas en alcohol etílico. La fermentación se realiza a través de levaduras naturales y las propias de las uvas.
Durante este tiempo y especialmente los primeros días, el control del mosto es intenso, analizando la acidez,
ayudando con nutrientes, vigilando la temperatura… estos procesos, muy automatizados en las grandes bodegas, se realizan de forma manual en las de menor tamaño.
Es también en estos momentos cuando el jugo se remonta varias veces (se extrae del fondo del deposito, para volver a introducirlo por encima de la «corona» de hollejos que se han estabilizado en la superficie del futuro), proceso que sustituye al prensado que se realiza en otras bodegas.
Para Tote Abe cada vendimia dura una año. Como en los sanfermines, en cuanto termina una, mente y alma están puestos en la siguiente. Y es que para arriesgarse a salir al exigente y poblado mercado de la viticultura, hay que hacerlo con un producto diferente, casi artesanal y mimado para que se desarrolle con la tranquilidad que necesita. Por eso esta bodega elabora vinos con características muy personales que, no tenemos ninguna duda, le harán ganarse su espacio en el mercado. El enólogo portugués Paulo Amaral, tiene muy clara la línea a seguir y así lo ha demostrado con un excelente 2015.
Del control exhaustivo del proceso, de realizarlo con sus propias manos en muchos de los casos, de llegar el
primero y marcharse el último… le viene a Fernando el cansancio que no parece sentir nunca. Y es que ser el alma mater de este vino unido a la ilusión que le genera (y que nos transmite a todos los que pululamos a su alrededor), hace que se de cuenta, solo cuando detiene su frenética actividad llegada la noche, de su agotamiento. Pero al día siguiente aparece iPad en mano, el segundo (aquí mi insomnio le supera, afortunadamente para él…) y en el trayecto hasta el salón ya se le han ocurrido varias cosas que cambiar, que mejorar… una cabeza en constante ebullición!
La cosecha de 2020 ha sido generosa. El tiempo, poco de lo bueno acaecido esta primavera, ha contribuido a casi duplicar a la del año anterior. Más de 12.000 kilos de uvas (que esperamos se conviertan en casi otras tantas botellas) que, estamos seguros, se transformaran en un estupendo vino en el que todos hemos tratado de poner nuestro granito de arena. Tengo que decir, que nuestras esposas Mónica y Ana, y una entusiasta Rocio (su marido Eduardo causó baja por exceso de trabajo en Madrid) tijera en mano, colaboraron en la parte, sin duda, más dura : la recogida de la uva!! Estamos seguros que el esfuerzo y cariño que pusieron, podremos apreciarlo en el resultado.
Esperamos con ganas el momento en el que esta cosecha este lista para beber, 12 meses de barrica de roble francés y un mínimo de 18 meses de botella, mediante. Lo bueno de esta espera, es que las añadas de 2017, 18 y 19 la harán muy llevadera!
Nuestro deseo es que nos acompañéis en esta maravillosa aventura!
