Son 8 años ya, pasando unos días en agosto en lo que llamamos “nuestra segunda casa”, el hotel Fontsanta. Hasta ahora el restaurante, como todo en este hotel, fue cuidado con detalle, con distintas apuestas culinarias de la mano de diferentes cocineros, que por una razón u otra no terminaron de cuajar, pero que cumplieron su misión: ofrecer en un magnífico escenario, la opción de comer o cenar con calidad .
El año pasado, incorporaron a un joven chef, el chileno Jhonatan Maldonado, que ya nos sorprendió entonces, con algún plato excelente. Pero este año, se empieza a notar su madurez. El restaurante ha cogido más identidad, la mano del chef y sus creaciones son reconocibles en los platos, en los que lo mediterráneo se fusiona con su origen, con resultados de intenso sabor. Y todo esto, manteniendo la calidad de producto excelsa que siempre ofreció esta casa.
El grupo Torre de Canyamel es consciente de la importancia de la gastronomía en los hoteles de su propiedad, hoteles donde el cliente pasa muchas horas disfrutando de sus instalaciones y que, en muchos casos, quieren culminar cenando también allí. Tenemos los ejemplos de la brasa en Pleta de Mar, una propuesta más elaborada en Can Simoneta, Marc Fosh en el hotel Convent de la Missió con una estrella Michelín y el mencionado de Fontsanta.
También cuenta el grupo, fuera de las instalaciones hoteleras, con la Porxada de la Torre, de comida tradicional mallorquina y El Arenal de Canyamel en la playa y a 400 metros de Can Simoneta.
Pues bien, creemos que este año, Fontsanta se ha colocado con su restaurante en un lugar privilegiado de esa oferta.
Con la incorporación de Jhonatan el año pasado, y la de María Lago como jefa de sala (proveniente de Can Simoneta), muchas ganas y una excelente predisposición y formación, creemos que ambos podrán formar un equipo ganador con garantías.
Hablaba de todo esto hace unos pocos días con el director general del grupo, Tomeu Tortella y comentábamos que la situación que vivimos, que impide al cliente no hospedado en el hotel acudir a sus restaurantes por motivos de seguridad sanitaria, probablemente hayan frustrado las ilusiones puestas este año en Fontsanta. Estoy seguro de que el próximo, con la situación normalizada, irrumpirá con fuerza en una zona que, además, no cuenta con demasiadas opciones de calidad.
Nosotros si hemos estado y os lo vamos a contar.
El entorno es precioso. los jardines del hotel son maravillosos, la iluminación está muy cuidada y aunque este año, por razones obvias no se ha hecho, rodeando al restaurante suele haber alguna exposición de arte moderno escogida con mucho acierto y que aporta un plus al ya de por sí, magnífico decorado.
Torre de Canyamel es un grupo que apuesta también por la promoción interna y eso le honra. María, con esta oportunidad, demostrará, sin duda, la idoneidad de la decisión tomada por los responsables.
Vamos con la cocina. La carta no es muy amplia, lo que se agradece. Cada vez nos gustan menos esas largas cartas interminables con productos de todo tipo, que preferimos dejar al margen… Hay algunas especialidades que hay que encargar, garantizando así su frescura, como la gamba roja. Bien estructurada, quizás echamos de menos más opciones para compartir, estamos en verano y apetece, (aunque este año, la recomendación sanitaria es no hacerlo). A los españoles nos gustan los platos al centro y en cuanto nos liberemos de la pesadilla en la que estamos, volverán desde el borde de la circunferencia de la mesa, al punto estratégico de reparto.
Entre los primeros, dos de las grandes estrellas de la carta: Tallarines de calamar en salsa verde, crema de cebolla roja y encurtidos, espléndidos de sabor y punto, y sobre todo, Ceviche Fontsanta de corvina salvaje, emulsión de merken, ají, cítricos de la isla y sorbete de tomate ramallet. Tanto Ana como yo, tomamos ceviche con asiduidad y coincidimos en señalar a este, como uno de los mejores, si no el mejor, de los que hemos probado. La aportación de los encurtidos y la explosión de cítricos, combinado con la sustitución del maíz choclo por corteza, le dan al plato su propia personalidad. Servido a la temperatura idónea y con el pescado macerado perfectamente, es difícil de mejorar. Jhonatan ya está experimentando con un ceviche de gamba al modo ecuatoriano… estamos deseando probarlo!
Entre los segundos, los pescados son tratados de forma natural (como corresponde a un magnífico producto), destacando el punto perfecto de los elaborados a la sal, con unas verduras al dente de guarnición con un toque de mostaza, deliciosas!
Sabedores de que ni Ana ni yo somos golosos, nos sorprendieron con una elaboración de diferentes texturas de chocolates negros: Oriado 60% de República Dominicana, Guanaja al 70% de Honduras y Abinao africano al 85%. Una delicia!
Vamos a aprovechar, ya que durante la cena salió la conversación con María, para aclarar un concepto que es utilizado erróneamente en la mayoría de los restaurantes, que no es otro que los Petit Fours. Usamos estas palabras francesas, para referirnos a los pequeños dulces que preceden al café/infusión y se toman, normalmente con la mano y de un bocado, cuando el apelativo francés correcto es Mignardise. Petit Fours son, simplemente, pasteles pequeños.
La carta de vinos es completa aunque un poco dispersa, con relativa presencia de caldos de Baleares. Creemos que la labor de los encargados del vino en los restaurantes insulares, dirigiendo a los clientes extranjeros a nuestros productos, es fundamental para darlos a conocer y fomentar su consumo. María Lago tiene en Fontsanta, un largo camino por recorrer.
Estamos esperanzados y confiamos en que la situación actual se resolverá pronto y el próximo año, sea una temporada normal y todo quede en una pesadilla del pasado. Y con seguridad, el restaurante del Fontsanta se convertirá en un imprescindible del verano. Desde luego, merecimientos, tiene de sobra… y eso deseamos¡